El origen de una frase.

No recuerdo el año, pero fue en la boda de Mary y Chuchi. Creo que el lugar era Salas de los Infantes, el pueblo de Mary. Probablemente todos habíamos intentado escaquearnos de la ceremonia, pero remolonearíamos cerca de la Iglesia para hacer acto firme de presencia en la salida de los novios.

Trasladados al lugar del banquete, un local espectacular, todos nos sentamos en una mesa en la que ocupamos todos los puestos disponibles. Estábamos sorprendidos de que Kalís no hubiese aparecido y suponíamos que por alguna razón se habría retrasado. En cualquier caso, comenzaron a rular los camareros con bandejas de entradas y langostinos y procedimos a dar buena cuenta del servicio. Prácticamente se había terminado los aperitivos y entrantes, cuando apareció Kalís con su chupa motera y el casco en la mano. Como la mesa estaba completa, cogió una silla y se sentó en una esquina, invadiendo el recorrido de los camareros. En consecuencia, uno de ellos, se acercó a Kalís y le pidió por favor, que cambiara de sitio, a una mesa de otro grupo que disponía de lugares libres. Kalís, sin apenas mirar al camarero, le dijo:

  • Sí, sí. Pero yo aquí con mis amigos. El camarero insistió en sus argumentos de vialidad y Kalís con la misma tranquilidad le contestó:
  • Sí, sí, pero yo aquí con mis amigos

Finalmente vino un camarero de mayor rango a pedirle lo mismo y a rogarle que se moviera a otra mesa. Kalís, esta vez sin mirarle, le contestó.

  • Yo, aquí con mis amigos.

Desesperados, tuvieron que resignarse a que permaneciese en el sitio y le colocaron un servicio. Fue milagroso que, en venganza no le dejaran caer encima algún plato de comida.

Desde entonces en el Teca, ante cualquier propuesta de hacer algún plan o cualquier iniciativa, a veces incluso sin que venga mucho a cuento, decimos siempre:

  • Yo, con mis amigos.

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