En una ocasión que teníamos prisa nos quedamos comiendo en la barra de un bar. El camarero no parecía muy profesional y prácticamente nos tiró la ensalada y además no nos trajo la aceitera y tuvimos que perdírsela un par de veces.
Cuando por fin la trajo, le dijo José Luis:
- Por favor, alíñemela
El camarero le miro entre sorprendido y cabreado, pero le puso un chorrito de aceite y se dio la vuelta.
José Luis le volvió a llamar
- Por favor, alíñemela
- Ya se la he aliñado
A lo que José Luis contestó: Un poco más, hasta que brille
Al camarero se le salían los ojos de las órbitas, pero se la aliñó hasta que alcanzó el nivel de brillo deseado
(desde entonces, es nuestra frase favorita cuando comemos ensalada)